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Historia del turismo: Enoturismo

Historia del turismo: Enoturismo
08 Oct

Historia del turismo: Enoturismo

Terrestre, náutico, aéreo, onírico metafórico o enológico, el camino está implícito en el viaje, es inherente al turismo. De hecho, el camino permite salir del entorno diario, tal y como aparece en la definición misma de turismo.  Este camino puede ser una forma transitoria de llegar a un destino o el motivo mismo del viaje. En este último caso, la ruta y el viaje se convierten en el objetivo central. ¿Cómo surgió el turismo? ¿Y el enoturismo? 

Historia del turismo: Enoturismo

David B. López Lluch

Los vínculos entre turismo y ruta surgen desde el principio. La palabra "turista" deriva del latín tornus (persona que hace un "giro" (tour)) para regresar a su punto de partida. Históricamente, la invención del turismo también se asocia con el Gran Tour, viajes de estudio emprendidos por jóvenes burgueses y aristócratas europeos del siglo XVIII. Estos jóvenes emprendían ese viaje para perfeccionar su educación y desarrollar una cultura común con otras naciones europeas.

Es posible afirmar que el primer turista del vino fue el británico James Busby que en el primer tercio del siglo XIX recorrió las bodegas y viñas jerezanas. Por otra parte, en ese siglo, el viajero más notorio fue Richard Ford, que precisamente, en su obra “Manual de viajeros sobre España” no se deshizo en elogios hacia los vinos españoles. Esta obra y otras como la de George Borrow, “La Biblia de España” que, además de ser imprescindibles para conocer la vida y las costumbres de la España del XIX, contribuyeron de forma decisiva al inicio del turismo en nuestro país. Otro viajero que debe ser citado es el escritor español Joaquin Belda que visitó las principales bodegas españolas en 1927 y cuyas experiencias fueron explicadas en su libro Vinos de España.

En aquella época se publicaban guías en Gran Bretaña, invitando a los viajeros a seguir las rutas panorámicas de Inglaterra y Escocia para descubrir y dejarse llevar por el paisaje. Estos viajeros en busca de conocimiento, humanismo o belleza eran, en cierta medida, como los peregrinos de la Edad Media, que mucho antes que ellos, habían tomado el camino para ir de monasterio en monasterio, en busca de conocimiento y nuevas sensaciones.

A pesar de la lejanía temporal de esta era de peregrinaciones, observamos, unos cientos de años después, que la práctica de las rutas y las peregrinaciones está experimentando un importante repunte. Con más de mil años, el camino de Santiago de Compostela atrae a cientos de miles de personas, peregrinos "oficiales" que llegan a la ciudad después de haber caminado al menos 100 km o al menos 200 km por otros modos (por ejemplo, bicicleta, equitación).

Camino de Santiago-Enoturismo

Por supuesto, las razones de emprender estas rutas, estos caminos, han cambiado, y la penitencia y la religiosidad ya no se encuentran entre las motivaciones más frecuentemente citadas. En este sentido, y en el caso del camino de Santiago, los motivos para realizarlo tienen que ver más con la necesidad de contacto con la naturaleza, el vínculo social, el escape de la vida cotidiana y con el cambio de ritmo o la simple diversión.

¿Cuántos de estos motivos subyacen en el turismo enológico además del vino?

Es obvio que la peregrinación y el turismo difieren ontológicamente, pero las motivaciones contemporáneas para tomar el camino (emprender una ruta) siguen siendo muy similares. No se debe olvidar que los peregrinos y turistas de hoy toman el camino por "elección", y no para responder a los mandatos de guerra, exilio o trabajo… Y esto es muy importante.

Tanto la peregrinación como el turismo son actividades que se realizan durante el tiempo libre. Un tiempo que es el requisito fundamental para que la industria del turismo sea posible.

Peregrinos y turistas emprenden el camino. Caminos, caminos físicos, concretos y metafóricos, los del viaje simbólico, los de la ruptura con la vida ordinaria. Todos estos "mochileros" no le dan la misma importancia a esta actividad, La de la ruta. Algunas personas realizan esa ruta sin otra preocupación que no sea llegar al destino final, otras lo ven como una oportunidad para renacer, sanar, escapar o reconectarse con una comunidad en particular.

Para estos últimos viajeros, el viaje será comparable a un rito de pasaje. El viaje permite el paso de un tiempo y lugar ordinario a un momento y lugar extraordinarios, y donde la entrada a este lugar le proporcione un cambio de identidad que tal vez le convierta en un “iniciado”.

Enoturismo

En ese sentido, el tiempo que hay que dedicar y el espacio que es necesario atravesar otorgan al camino (a la ruta) un papel esencial. Permite la separación de la vida cotidiana, la anticipación de la experiencia, el cambio de escenario en el momento de llegada al destino y, finalmente, el regreso y la reincorporación en la vida cotidiana.

Es cierto que, hoy, en algunos casos, la facilidad, la velocidad, la trivialización de los desplazamientos hacen menos propicio la experimentación de este espacio liminal que es el camino. Sin embargo, el interés otorgado a la ruta también va más allá del interés del peregrino o del turista y tal vez está sea una de las claves a tener en cuenta para la creación de experiencias enoturísticas tanto a nivel de bodega como de territorio.

En términos de turismo, el éxito de las rutas y caminos también ilustra el interés de los visitantes, y de las organizaciones vinculadas al turismo por el patrimonio de los lugares visitados durante esa ruta, por la posibilidad de tener acceso a sitios únicos y auténticos y bien conservados. Este hecho es clave a la hora de diseñar una ruta enoturística desde el punto de vista territorial. El camino, la ruta, permite así el descubrimiento de uno mismo, pero también de un entorno patrimonial y natural: Turístico.

La historia de las Guías de viaje, y especialmente las Guías Michelin, nos recuerda los vínculos que existen entre la ruta y la industria turística. Desde el principio, las guías tenían la función de informar al viajero sobre los caminos a seguir para llegar a su destino. Posteriormente sugirieron rutas e itinerarios diferentes; el más rápido, el más pintoresco, el más significativo. Luego, añadieron información sobre hoteles, restaurantes, etc.  ¿Es posible imaginar Google Maps sin todos esos atributos? ¿Es posible entender una ruta enoturística sin toda esa información?

Además, hoy, guías completas están dedicadas a las rutas míticas, explicando a través de fotos, mapas y citas de escritores o maestros espirituales famosos, las razones fundamentales para "hacer estos caminos". Los guías turísticos cuentan cómo estos caminos se conectan, hablan y materializan la historia de un país, un sueño o una época (ver, entre otros, la Guía Gallimard sobre los míticos caminos de los Estados Unidos [2011], o las muchas guías turísticas existentes sobre en la ruta 66). Emprender estos caminos es como seguir los pasos de antepasados y héroes.

¿Es posible imaginar rutas o experiencia enoturísticas que vayan más allá de la mera experiencia enológica y conecten con la mitología o el “glorioso pasado” de un territorio hoy repleto de vides y bodegos explicando las razones por las que están hoy en ese lugar?

¿Cuánto del diseño de una ruta enoturística tiene que ver con un viaje iniciático y cuánto con un modelo de negocio?

 

   
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